Considero que el papel que cumplen las madres en la reproducción y mantenimiento de la humanidad ya queda fuera de toda duda. Sin atenernos estrictamente a la obra de la naturaleza ya ampliamente conocida, es innegable que no puede haber hijos sin madres, ni viceversa. Yo lo diría, y ateniéndome a una bonita e inigualable estrofa contenida en una canción del tamaulipeco José del Refugio Sánchez Saldaña, mejor conocido como Cuco Sánchez, de la siguiente manera: “Como el sol le hace falta a la luna/ pues sin él, no podría darnos luz/ Como el aire hace falta en el mundo/ así me haces falta tú.” La madre es, a no dudarlo, la primera luz de los hijos.
Y, así como no hay mayor felicidad para una madre que aquella que significa la llegada de los hijos, tampoco hay desgracia más grande, terrible y dolorosa que perderlos; y, peor aún, el no tenerlos, sin saber si en realidad ya los ha perdido. Y aquí es, precisamente, donde comienza la reflexión obligada en esta nueva celebración del “Día de la Madre”.
Y, ¿qué decir de las madres desaparecidas?, ¿qué, de las madres que aún esperan encontrar, aunque sea despojos de lo que fueron sus hijos?
Siempre hay madres que, para buscar cuando menos un poco de consuelo a su desgracia, acuden a la fatalidad idílica e inexorable que en todo significa la muerte. Pero, la duda siempre corroe el alma. La conciencia social ya entiende que la muerte es siempre y será, no más que un estado transitorio de la existencia, y, ¿cómo fue entonces que el hijo amado llegó a tal estado fatal de la existencia misma?
Cuando la muerte se anuncia sin falta, es dado siempre que la vida maternal se predisponga a la partida. Pero cuando súbitamente llega de improvisto en medio de la lozanía alegradora de la vida, es cuando la inconformidad carcome lo que queda. Aquí es cuando la conciencia de una madre se niega a sí misma; pues, piensa que no debió ser lo que fue, pero fue.
Suelo imaginar para mi consuelo sincero, que la humanidad sería más feliz si los hijos no murieran antes que sus madres. Pero la realidad fatal que vivimos ahora en el país, en medio de una ola violenta nunca antes vista, me arranca siempre el consuelo del alma y lo aniquila.
Pero no todo está perdido; volver a la humanidad garante de la humanidad misma es posible. Sólo que, para ello, urge la compasión y la solidaridad organizada. Llegar a donde estamos, bañados en sangre inocente inmerecidamente asesinada por el abandono social, no fue un castigo divino ni obra de la casualidad que diezma; fue el abandono de la organización social humanista. Salir del hoyo del abandono aniquilador deberá ser pues, obra de la organización social misma. Organicemos todos la resistencia por la vida, para regocijo y felicidad de todas las madres, comenzando por reivindicar la celebración de su día.
El medio El Financiero del día 2 de marzo pasado, anticipando seguramente lo que sería un chorro de hiel en medio de las celebraciones promovidas por la oficialidad para todas las madres, anunció la tragedia de la siguiente manera: “Gobierno admite 180 mil asesinatos en el actual sexenio”; y luego dijo que dichas cifras se desprenden de los informes del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y del informe de Seguridad que elabora la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), y afirmaron que, entre diciembre de 2018 y marzo de 2024, fueron asesinadas en el país 178 mil 464 personas. Mientras que en abril mataron a 2 mil 239 más.
Sin contar el mes de abril, de ese total, 173 mil 378 casos fueron catalogados como homicidios dolosos, y los restantes, 5 mil 85 casos, fueron catalogados como feminicidios; es decir, muertes por razón de género. La suma total es una cifra superior a las registradas en los sexenios completos de Enrique Peña Nieto, que fueron poco más de 150 mil, y las del gobierno de Felipe Calderón, con alrededor de 120 mil.
Los estados con mayor incidencia de homicidios en números absolutos son: Guanajuato (19 mil 81), Estado de México (15 mil 75), Baja California (14 mil 971), Jalisco (12 mil 690), Chihuahua (12 mil 623), Michoacán (12 mil 173), Sonora (8 mil 647), Guerrero (8 mil 422), Veracruz (7 mil 87), Morelos (6 mil 481) y Ciudad de México (6 mil 262). Pero aquí vemos sólo a los estados con mayor incidencia de homicidios; si la suma de estas muertes dolosas nos da 81 mil 647, significa que el resto de los asesinados, es decir, 98 mil 353, ocurrieron ahí donde usted y yo vivimos, estimado lector.
Pero no olvidemos que esto es sólo el reporte oficial, es decir, los homicidios dolosos que reconoce el propio gobierno de López Obrador. En realidad, yo creo que la tragedia es mucho mayor. ¿Cuántas madres, esposas, hermanas o hijas que serán madres, existen realmente abandonadas y damnificadas por el abandono social de este sexenio que ya se va? En verdad no puede uno imaginar cómo es posible que, en medio de esta tragedia, todavía tengamos que soportar los discursos oficiales prodigando felicidad a las madres de hijos asesinados.
Y, ¿qué decir de las madres desaparecidas?, ¿qué, de las madres que aún esperan encontrar, aunque sea despojos de lo que fueron sus hijos?
El medio El País, del día 18 de marzo pasado, dijo que, de acuerdo a la base de datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, los desaparecidos que no han sido encontrados en todo el país suman unas 114 mil 926 personas. Pero que, como siempre, el Ejecutivo ha dicho otra cosa. Y aquí, como en el caso de los homicidios dolosos, nadie se escapa, o se escapará.
El miércoles 8 de mayo pasado leí en un medio local, que las madres buscadoras de Colima preparaban una marcha para el día 10 de mayo por la tarde. En la nota se dijo que el punto de partida sería en la Plaza de los Desaparecidos, llamada así por ser el punto de arranque de todas las manifestaciones de este tipo, que el evento se realizaría para recordar y exigir la localización de madres desaparecidas, y para exigir la acción de las autoridades para la localización de sus seres queridos. La cifra de personas no localizadas en el estado asciende a mil 300 víctimas; del total de los no localizados, 971 son hombres, 327 mujeres y dos que no se ha podido especificar.
Se muy bien que todo lo que yo diga, o deje de decir aquí, poco o ningún consuelo dejará a las madres o familiares de las víctimas referidas. Pero por ahora no podemos hacer más. Ya llegará de nuevo el momento en que podamos decidir los agraviados la suerte de la patria. Hasta entonces, no nos queda más que sumar la solidaridad activa de todos. No es mucho, pero así comienzan las grandes transformaciones sociales.
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