El 8 de marzo se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer, fecha que se ha vuelto muy vitoreada por gobiernos y medios de comunicación, pero hagamos un poco de historia y reflexionemos sobre esta fecha.
El Día de la Mujer fue fruto de la iniciativa, precisamente, de una mujer; la destacada luchadora socialista alemana, Clara Zetkin, quien lo propuso y logró poco antes del inicio de la primera guerra mundial. Su bandera fundamental era el voto para la mujer, convencida de que con ello aumentaban seriamente las posibilidades de que los trabajadores se hicieran con el poder del Estado por la vía democrática del sufragio. Hoy el voto femenino es una realidad en todo el mundo, pero ¿Cómo podemos darnos cuenta de que en la actualidad no ha sido la solución definitiva a los problemas de la mujer?
La Revolución de Octubre en Rusia comenzó con la rebelión que tuvo lugar entre el 23 y el 27 de febrero de 1917, que culminó con la caída del zar Nicolás II y la instauración de un gobierno provisional. Esta rebelión inició con la huelga y una gran marcha de las obreras rusas con motivo, precisamente, del Día de la Mujer. Las trabajadoras rusas se echaron a la calle desafiando el poder de la monarquía zarista y en contra de la opinión del propio partido de Lenin. Su audacia y su valor se contagiaron rápidamente a los obreros y soldados, y juntos formaron la poderosa ola que hizo saltar el viejo trono de los Romanov.
Clara abogó por mejorar las condiciones de vida de la mujer en general y de la mujer obrera, en particular. El Día Internacional de la Mujer es cada vez más una ocasión para reflexionar sobre los avances conseguidos, para exigir cambios en el vivir de todas las mujeres del mundo y, por supuesto, de México.
Me permitiré tratar algunas reflexiones que considero importante hacerlas. Mucho se ha hablado de la apertura que se les da a las mujeres en los ámbitos políticos, laborales, sociales y familiares, pero muy poco se habla de los problemas que aquejan a la mujer en su día a día, ¿A qué me refiero?, a la falta de una vivienda digna, hospitales para curarse junto con toda su familia, escuelas para educar a sus hijos, servicios básicos como agua, luz y drenaje, salario digno, entre otros problemas que sufren las mujeres en general y las mujeres mexicanas en particular.
Muchas dirán que actualmente ya pueden participar en la elección de quienes ocupan cargos de elección popular, nada de esto es despreciable, pero si nos vamos más allá de la victoria por obtener ese cargo, algunos casos con base en acuerdos políticos, es reclutar a las principales lideresas convirtiéndolas en parte del aparato opresivo y represivo del sistema capitalista, usando esta estrategia para descabezar algunos movimientos que buscan el bien común, es decir, llegan al poder pero no se hace la diferencia, distinto a lo que estuviera haciendo un hombre en ese mismo cargo.
No caigamos en la idea de que nuestros problemas están resueltos con el hecho de tener las “mismas” oportunidades que los hombres, tampoco caigamos en el extremismo de ver al sexo masculino como nuestros enemigos, recordemos que en nuestro país, hombres y mujeres sufrimos de los mismos males y que la guerra de los sexos no tiene futuro, en ocasiones se cae en discusiones sin fondo; los hombres y mujeres deben verse como trabajadores iguales, y sólo así se darán cuenta que tienen muchos problemas en común y que deben unirse en un solo frente de lucha para solucionar los problemas que afectan a ambos géneros.
Los avances son importantes en la vida de la mujer, ya no estamos igual que hace 105 años, pero también creo que se puede mejorar aún más, esto no se puede lograr con luchas individuales, debemos unirnos con nuestros hermanos de clase, sin distinción de sexos, sólo así se logrará cambiar las condiciones de vida para todos.
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