MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

POESÍAS

Poesía

Carta a una mujer

Serguei Esenin
Declama: Ignacio Mejía López

Usted se acuerda,

usted, claro, de todo se acuerda,

cuando andaba nerviosa

por la estancia

- yo a la pared pegado –

y me reñía

con acerbas palabras.

Decía usted

que había llegado

la hora de separarnos,

que a causa de mis locuras

sufría mucho,

que iba a dedicarse a sus cosas,

y que yo estaba condenado

a rodar por la pendiente.

Querida:

Usted no me amaba.

Ignoraba que entre el gentío

era yo cual caballo espumeante,

espoleado por audaz jinete.

Ignoraba

que entre aquella humareda,

en la fosca tormenta de la vida

sufría yo, sin comprender

lo que se avecinaba.

De cara a cara

no se ve el rostro.

Lo grande se ve a distancia.

Cuando el mar se encrespa,

corren riesgo las naves.

¡Y de pronto

se convirtió la tierra

en una nave!

Alguien

empuñó majestuoso el timón

rumbo a la nueva vida prodigiosa

por entre vendavales y tormentas.

¿Quién no se cayó en la cubierta?

¿Quién no vomitó y no maldijo?

Pocos hubo que no se mareasen,

que venciesen aquel torbellino.

Entonces

entre un clamor salvaje,

sabiendo bien lo que me hacía

bajé a la bodega

para no ver vomitar a la gente.

Aquella bodega

era eso: la taberna.

Yo me entregué al vino

para no padecer pro nadie

y hundirme

en la embriaguez.

Querida:

La hice sufrir, es cierto.

En sus cansados ojos

se asomaba la pena

al ver que yo, ostentosamente,

me consumía en escándalos diarios.

Pero usted ignoraba

que entre aquella humareda,

en la fosca tormenta de la vida,

sufría yo,

sin comprender

lo que se avecinaba...

Han pasado los años.

Mi edad es ya otra.

Ahora pienso de distinto modo.

Ahora brindo en los días de fiesta

por el gran timonel.

Me embargan hoy

amables sentimientos.

Al recordar su angustia

quiero apresurarme

a decirle

lo que fui antes,

lo que soy ahora.

Querida:

Me complace comunicarle

que no rodé por la pendiente.

Vivo en el Territorio Soviético

como el más entusiasta adherente.

No soy ya

el de antes.

Ahora no la haría sufrir

como entonces.

Tras la bandera de la libertad

y del trabajo luminoso,

estoy dispuesto a ir

al fin del mundo.

Perdóneme...

Sé que usted no es la de ayer.

Ahora vive

con un marido serio, inteligente.

A usted no le hacen falta

nuestros duros quehaceres,

y yo tampoco

le hago la menor falta.

Viva bajo

el signo de su estrella,

bajo su mansión renovada.

La saluda su amigo

que jamás la olvida,

Serguéi Esenin.