MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

AMLO y el Banco de México

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El problema de la inflación en México surge en los dos últimos sexenios (Luis Echeverría [1970-1976] y José López-Portillo [1976–1982]) previos al giro neoliberal de la política económica. En 1973 la inflación alcanzó los dos dígitos, aumentó a 26.3% en 1979, 59% en 1982 y escaló hasta 101% en 1983. La situación nacional no se dio al margen de lo que sucedía en el mundo; la crisis del sistema de Bretton Woods (1973) y los choques petroleros (1979) hicieron de esos años una época inflacionaria. La década de los ochenta fue de poco crecimiento, alta inflación y deterioro del tipo de cambio. Este escenario de gran inestabilidad macroeconómica centró los esfuerzos de la política económica a recuperar el equilibrio, y motivó la reorientación de las tareas y objetivos de la política macroeconómica al control de la inflación. Coherente con los argumentos neoliberales, la justificación de este cambio fue que una inflación baja y estable permite el correcto funcionamiento de los mercados, garantizando con ello el uso eficiente y completo de los factores productivos, del trabajo y el capital. 

El control de los precios llevó a la necesidad de mantener finanzas públicas sanas, principalmente mediante drásticos recortes al gasto público, señalado como la causa de la elevación de los precios. Para ello, no solo se restringieron las atribuciones del Estado, sino también sus ingresos. Abatida la inflación, la responsabilidad de su control cayó paulatinamente en Banxico. En 1993 se le otorga la autonomía respecto al Estado, poniendo así un candado no solo al uso desmedido del gasto público, sino a cualquier intento de perseguir el pleno empleo, y, por otro lado, otorgando una garantía a la inversión extranjera y a los mercados financieros internacionales de que sus negocios transcurrirán en un ambiente de estabilidad, de que sus ganancias no serían erosionadas por la inflación. 

La importancia de mantener baja la inflación no está a discusión, pues es de sobra sabido que a quiénes más afecta la pérdida del poder adquisitivo de la moneda es a quienes dependen de sus ingresos laborales para vivir. Sin embargo, la estrategia antinflacionaria actual no deja de responder a la necesidad de igualar las condiciones financieras y empresariales nacionales a las del exterior, por un lado, y a los requerimientos explícitos de organismos internacionales y socios comerciales. So pena de sufrir las reacciones adversas de los mercados internacionales, como masivas salidas de capitales, o sanciones económicas como el bloqueo al crédito internacional o bloqueos comerciales.

Por esta razón, la credibilidad que tenga el banco de México es cosa seria para nuestra economía. En este sentido, el anuncio adelantado sobre la decisión de la junta de gobierno de Banxico de aumentar las tasas de interés, y la atribución que se tomó por la disminución de la tasa de interés al inicio de su sexenio, puede ser interpretado como intromisión del gobierno en la autonomía del banco central, y puede provocar una reacción en perjuicio de la economía mexicana. Desafiar irreflexivamente a la estructura de poder detrás de los bancos centrales tiene consecuencias graves, estemos o no de acuerdo con las decisiones que toman las autoridades monetarias.

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