En 1986, un grupo de jóvenes con ímpetu de cambiar el mundo llegaron al polvoriento, olvidado y rezagado cerro del Tejolote, y lo transformaron, pero no sólo a esta colonia emblema, sino al municipio entero.
El auge del trabajo en el Tejolote provocó que la cantidad de gente humilde creciera, de tal manera que fue necesario crear el grupo de solicitantes y, con esto, pedir al gobierno la solución a la demanda principal: vivienda digna y decorosa.
Ixtapaluca, situado en la periferia de la Ciudad de México, estaba ya en proceso de convertirse en la ciudad dormitorio que es hoy, un cinturón de pobreza que acina a la población que no halló cabida en la Ciudad.
“El tres de octubre de 1990 el Gobierno del Estado de México le vendió a la gente 180 lotes. Muy contentos empezaron a levantar sus casas con láminas y con distintos materiales”, dijo la líder Maricela Serrano.
Fue así como nació Citlalmina. Sin embargo, lo que los colonos organizados no pensaron, era que aquel pequeño triunfo no estaba terminado, que les esperaba un episodio de fuerte agresión y de acoso que se manifestó durante los días que siguieron.
“Lo que pasó durante ese mes es que el gobierno municipal (en contra de Antorcha), encabezado por el presidente Medina Sansores, empezó a difundir volantes diciendo a la gente que les iba a regalar un lote, pero que la condición era que tenían que sacar a los antorchistas de los terrenos, que no podían dejar que los terrenos se le quedaran a Antorcha porque, según él, no éramos de Ixtapaluca”.
“Todos los días los juntaban en la presidencia municipal y los hacían marchar hacia Citlalmina, con la amenaza de que nos iban a despojar. Nosotros nos teníamos que agrupar, si llegaban y nos encontraban dispersos seguro nos iban a sacar de los terrenos que legalmente habíamos adquirido con el Gobierno Estatal”.
“Fue un mes de mucha angustia. Estuvimos resguardando aquello que con mucho esfuerzo habíamos adquirido de manera legal”.
“El tres de noviembre nos avisaron que había un grupo que nos estaba ya invadiendo desde lo que hoy es la macroplaza. Los compañeros hicieron una valla de protección y fue cuando se empezaron a escuchar los balazos. Empezó el verdadero ataque brutal contra nosotros. A Cesar Ponciano le entró una bala por la cabeza, aunque él no murió en el lugar. También le dieron a Gonzalo López Cid y cayó herido. Los compañeros lo agarran en cobijas y lo quisieron bajar, pero los granaderos los empezaron a golpear, incluyendo a Gonzalo, a pesar de que iba en la cobija, de tal manera que cuando llegaron a la carretera y lo suben a una ambulancia el compañero murió”.
“En el grupo que venía a atacar habían muchos policías vestidos de civil; traían la consigna de agarrar a Maricela, [Jesús] Tolentino y Jerónimo [Gurrola]. Los informes que se enviaban decían que había mucha gente desaparecida, muchos heridos, Tolentino no aparecía. A Jerónimo sí se lo llevaron”.
Cualquier otro grupo, asociación civil y hasta organización izquierdista hubiera sucumbido al ataque, que no es menor: la fuerza del Estado en contra del pueblo organizado. Visto de esta forma, pareció que hubieran pulverizado a Antorcha, cuyos líderes estaban en la desaparición. Pero no es así, el antorchismo, desde su origen, tuvo un carácter nacional, en muchas de las ocasiones guiados por el fundador, Aquiles Córdova Morán.
“Hablamos con el maestro Aquiles y nos dijo “me voy para allá inmediatamente”. Él estaba en Tecomatlán, como todo buen líder se subió a su carro y junto con sus compañeros vino a Ixtapaluca, dándonos la indicación de citar a una conferencia de prensa”.
“Llegó a [la preparatoria] Balderas y en la rueda de prensa dijo: 50 mil Antorchistas el próximo miércoles exigirán que se les regresen los lotes a los colonos y que aparezcan todos nuestros compañeros. Fue en esa conferencia de prensa donde declaró: a Jerónimo se lo llevaron, lo cual confirmó un periodista que estaba presente, porque lo estaban dando como desaparecido”.
“Estuvimos buscando a nuestros compañeros. La policía nos había amenazado de que nos iban a agarrar a todos. Ese día (el día de la represión) a la mayoría de la gente la habían sometido a la fila india por parte de los granaderos, sin importarles que fueran niños, o ancianitas o fueran lo que fueran, a todos nos tocó parejo, todos salimos con moretones en las manos, en la cabeza, en la espalda. Daba mucha tristeza ver cómo la gente lo había perdido todo”.
“Muchos de los que pudimos albergar llegaron al Tejolote. Los vecinos fueron muy solidarios, pues les empezaron a llevar café, comida y todo. En esas andábamos cuando los granaderos llegan a cercar el Tejolote porque andaban buscando a Maricela y a Tolentino. Llegaron a la casa de la organización, pero no nos encontraron”.
“El maestro Aquiles había anunciado la movilización de 50 mil. Lo citó el gobernador Ignacio Pichardo, nos dijo “me acompañas, Maricela; me acompañas, Tolentino”. Pichardo Pagaza nos quiso echar la bronca, “aquí están los invasores”, dijo; cuando nos señaló, el maestro le dijo: “no, señor, aquí está el culpable” señalándolo directamente, “usted fue el que nos agredió, usted es el que nos está haciendo esto”. Pagaza se calmó, dijo que se trataba de buscar una solución”.
“Entréguenos a Jerónimo (habían pasado ya varios días y seguía desaparecido), regrésenos nuestros terrenos y paguen los daños, dijo el maestro Aquiles. El gobernador dijo que por qué tendría que pagar, porque usted es el culpable, porque usted es el responsable, le respondió el maestro”.
“Teníamos el riesgo de que a todos nos agarraran ahí, que nos metieran a la cárcel. El señor gobernador se tuvo que aguantar y nos dijo: el domingo les regresamos sus terrenos”.
“El domingo juntamos a los que quedaron. Nos formamos sobre la carretera y todos, parejitos, entramos a la colonia a que nos regresaran nuestros lotes. Cuando llegamos vimos que todo estaba destruido, que habían quitado las pocas láminas que teníamos, hasta un chivito que alguien tenía estaba ya muerto”.
“Fue así como el 12 de noviembre, a eso de las 11 del día, que nosotros ganamos, y le demostramos a todos los ixtapaluquenses que Antorcha tenía la razón y que había sido una agresión fatal la que hizo el gobierno del Estado sobre nosotros. El 12 de noviembre demostramos que la unión, que el pueblo es más fuerte cuando está organizado e hicimos que el gobierno retrocediera”, expresó Maricela Serrano entre aplausos.
Probablemente, sin que los actores fundamentales lo supieran, fue aquel día el punto de inflexión que cambiaría no nada más la historia de Citlalmina o del Tejolote, sino de Ixtapaluca entero.
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