MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

A qué debemos el insulto

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Me parece muy complicado expresar abiertamente mi inconformidad por muchas cosas, hasta sobre mis propios sentimientos, probablemente se debe a la invalidación social sobre ambas; sin embargo, creo que es pertinente –si uno dice llamarse pluma y luchador social- ser valiente y decir lo que es, como va y con la investigación a la mano, por si nos faltara un dato.

Por ello, también me quiero sumar a la denuncia de feminicidios en mi país de que ni el Gobierno mexicano ni la mayor parte de la población se interesan por esta lucha. Considero que la lucha es tan legítima como a la que yo me uní desde mi corta edad, que hay variaciones sí, pero me adelanto a decir que tienen un mismo origen: la propiedad privada. Por lo que su desarrollo se ha hecho a la par y su fin está marcado con la misma daga.

Entonces, si la lucha es legítima, ¿A qué debemos el insulto, de nuestros congéneres, de toda política o de una parte del pueblo? Hemos normalizado tantas cosas que a veces ya no distinguimos el insulto, pero allí está, no podemos hablar sobre una postura ante el aborto, el cuerpo, los sentimientos, la familia, los feminicidios porque inmediatamente nos volvemos objeto de burla y desprecio, hasta de aquellos a quienes queremos.

Detesto el despreciable termino de feminazi cuando expreso mi sentir ante las 13 mil mujeres que han sido asesinadas en lo que va del gobierno de López Obrador, 13 mil de los cuales sólo 3 mil han sido catalogados casos de feminicidio, y no tenemos la cifra de los casos que no han sido denunciados.

¡No le veo la gracia! El nazismo alemán de 1933 marcó un capítulo muy oscuro en la historia de la humanidad, casi ¡6 millones de asesinatos! entre ellos niños y ancianos en su mayoría judíos, pero hay testimonios de que Hitler también mandó a encerrar-perseguir-matar a comunistas, españoles, gitanos y todo aquel que se opuso a su régimen.

La educación en México no es la suficiente, ni la mejor, pero cualquier persona con dos dedos de frente puede darse cuenta de por dónde va el asunto: feminazi, un término peyorativo, que se usa particularmente para denigrar una lucha, y nazista, distan mucho de parecerse siquiera un poco.

Que si las formas no son esas, que si así no es una lucha, que basta de gritos, que por qué las manifestaciones. Creo que esta lucha ha dado importantes resultados: Derecho a la educación, Derecho a trabajar y disponer de un salario propio, Derecho al voto, Declaración sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres (primer instrumento internacional en abordar explícitamente y definir formas de violencia contra las mujeres), Derecho a practicar deportes, Derecho a usar pantalón, Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres, Derecho a la no violencia digital, Derecho a abortar (en algunos estados), Derecho a la protección de datos de victimas de feminicidio, así como algunas leyes más que nos permiten denunciar y protegernos.

Es cierto que esto no lo es todo, cada uno de estos logros aun tiene muchos vacíos legales y prácticos, aún hay muchas desigualdades.

¡Y es que claro que encabrona! Todos los días hay un caso nuevo que cimbra en el pecho, que duele, que asusta, que te incendia.

México es uno de los países con más números de violencia contra la mujer, desde que tengo memoria recuerdo casos horribles, mujeres apaleadas, quemadas, desmembradas, degolladas, desolladas, golpeadas, humilladas. ¿Y cuál fue el delito? No tener la cena a tiempo ni la colcha tibia (¡), ir a la escuela o al trabajo por un mísero salario.

En febrero de 2020, Ingrid Escamilla fue asesinada brutalmente por su pareja, el caso se viralizó por la poca sensibilidad en la publicación del hecho, la victima revictimizada, no fue suficiente con su muerte; en ese mismo mes, año y ciudad la pequeña Fátima de 7 años fue violada, torturada y asesinada.

Vivimos en un país donde al menos 10 mujeres son asesinadas cada día. El termino ofende y ofende mucho, a las víctimas del nazismo y a estas mujeres y niñas desaparecidas o muertas, aún hay mucho por qué luchar, no cabe duda.

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