Esgrimiendo una falsa hipocresía, el promotor de la 4T, propietario del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y presidente de México Andrés Manuel López Obrador, en una descarada promoción electorera frente a la anunciada derrota que se anuncia para su partido y sus propósitos de consolidarse en el poder en la elección venidera del seis de junio, endereza desde Torreón, Coahuila, una disculpa a China, un perdón por la masacre de chinos ocurrida durante la Revolución y condena al mexicano Francisco Villa.
Ya en anteriores ocasiones ha utilizado ese mismo artilugio o estrategia populista solicitando -que no exigiendo – el perdón de España para los mexicanos en tiempos de la Conquista, revolcándose entre sus propios fantasmas, después de mal gobernar conduciendo a sus compatriotas al hundimiento generalizado, asfixiándolos con persecuciones de Estado, señalándolos, castigándolos y orillándolos a transitar por mayor miseria extrema, desempleo, inseguridad y corrupción a modo.
A quien debe pedir perdón el mandatario mexicano emanado de Morena, no es a los chinos, sino a sus propios compatriotas, a quienes mediante iniciativas lanzadas a sus corifeos morenistas en San Lázaro, les ha coartado derechos y aspiraciones, les ha impedido el acceso a mejores niveles de bienestar en todos los sentidos.
Morena y su presidente deben pedirle perdón a las mujeres que se han visto violentadas durante su mandato, muchas de ellas acosadas y agredidas por sus amigos enquistados en el partido de su propiedad, esos a los que quiere seguir protegiendo y por quienes ha metido las manos al fuego donde se está quemando sin remedio, después de las denuncias esgrimidas en contra de sujetos como el fallido candidato al gobierno de Guerrero Félix Salgado Macedonio, que con descarada ligereza ha dejado a su hija en su lugar para tratar de quedarse con esa encomienda a costa de lo que sea.
A quien debe pedirle perdón primeramente el seños presidente, es a las miles de familias que se vieron afectadas por las inundaciones en Tabasco, sencillamente por no haber querido mojar sus zapatos, por abandonarlos a su suerte y por esgrimir babosadas como la de; “¿Qué querían que me enfermara?”.
A quien debe pedir perdón es a los coahuilenses a quienes además de arrebatarles recursos económicos para tener con qué realizar sus obras suntuosas, los abandonó en medio de un infernal incendio y en donde sencillamente se justificó diciendo; “no iría solo a tomarme la foto”.
Debe pedir perdón a las madres abandonadas y a todas aquellas trabajadoras que ahora no tienen guarderías para llevar a sus hijos y poder laborar sin temores de ninguna especie para poder llevar alimentos a sus casas.
También a quienes quedaron desempleados con su ficticio combate a la corrupción, llevándose entre las patas a gente inocente, condenándolos a vivir con las migajas o limosnas que según él entrega religiosamente a los abuelos y padres de quienes por esa equivocada política quedaron en el desamparo.
López Obrador debe pedirle perdón a los miles y miles de mexicanos que fallecieron por no haber recibido la atención médica adecuada desde la llegada de la pandemia del Covid-19, por sencillamente dedicarse a pedirle al pueblo que se quedara en sus casas, pero sin aplicar medidas de emergencia que deberían haberse hecho efectivas, por no ponerse en los zapatos de los ciudadanos a los que juró proteger y velar cuando la banda presidencial surcó su pecho.
Perdón también para todos los niños que han fallecido por no contar con la vacuna contra el cáncer ni tratamiento alguno, por las muertes de personas con enfermedades curables, por haber desaparecido instituciones que cobijaban a los pobres como el Seguro Popular, por los diabéticos que no tienen insulina ni nada más para su auxilio, por todo eso y más… por todo eso y más.
También, debe el señor emanado de su partido Morena, pedirle perdón a los michoacanos por dejarlos a su suerte en manos de bandas criminales, lo mismo que por la pronunciada inseguridad que se acrecienta en el país sin que nadie le ponga freno alguno, por los guanajuatenses, los de casi todas las entidades de la República Mexicana que se encuentran con la cara al cielo por esa ambición desmedida de poder que promueven los narcotraficantes y ladrones y que nos está asfixiando.
Debe pedir perdón también a las víctimas de la reciente tragedia en el metro, sencillamente por ni siquiera haberse hecho presente, como si el sufrimiento de la gente no le importara un soberano cacahuate.
Debe pedirle perdón a los indígenas por la devastación de sus pueblos para ejecutar el capricho de edificar un denominado Tren Maya que de maldita cosa le estará sirviendo a México, porque es un proyecto añejo de Estados Unidos.
El presidente mexicano debe pedirle perdón a todo México por haber fracasado en su forma de gobernar, por la persecución de compatriotas inocentes que no comulgan con sus ideas, en manos de la Unidad de Inteligencia Financiera, donde no escapo Antorcha, con la cancelación o congelamiento de las cuentas de muchos de sus dirigentes.
Después de que López Obrador le pida perdón a su pueblo, entonces sí, si le queda algo de tiempo, pedirle perdón a los chinos o a quienes se le pegue su regalada gana, antes de que sea demasiado tarde.
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