Recientemente se conmemoró el Día Internacional de la Juventud, en torno al cual resaltaron cifras escalofriantes sobre la situación de este sector de la sociedad. En el caso de México, las y los jóvenes de México están en una situación, o bien de pobreza o de inseguridad e incertidumbre sobre el futuro, dos opciones que no son excluyentes.
La población joven tiene muchas carencias debido a la precariedad laboral, crisis económica y ambiental, la delincuencia, la violencia de género, problemas emocionales y de salud que han empeorado a partir de la pandemia. Analistas declaran estos tiempos como los más difíciles para los jóvenes en relación con décadas pasadas, pues hay una aguda crisis de desempleo originada después de la pandemia.
Uno de cada cuatro jóvenes de hasta 24 años está desempleado. Y según cifras del INEGI, hay más 796 mil jóvenes sin empleo, pero el ámbito laboral es solo una faceta de un problema que abarca prácticamente todos los ámbitos de vida.
En materia educativa, la crisis es una bomba a punto de estallar. El tamaño de la emergencia educativa equivale a medio millón de alumnos y alumnas que no regresaron a los salones cuando se retomaron las clases presenciales en el actual ciclo escolar.
En cuanto a la violencia, se encuentran datos indignantes y lastimosos: niñas y niños de 15 años ya vivieron un ambiente de inseguridad y miedo, en muchos casos, perdieron su infancia entre trifulcas del crimen organizado y la militarización. Los y las jóvenes viven una situación bastante triste, una situación de pobreza y de maltrato.
Entre todas esas carencias a las que se enfrentan subyace una causa común que es la pobreza y la desigualdad de oportunidades; y aunque esto no es un problema nuevo, sí es una causa que va en franco crecimiento. Dado que desaparecieron políticas públicas y presupuesto para propuestas importantes como las estancias infantiles y la inversión en infraestructura pública, como escuelas y hospitales, la pobreza se ha acrecentado de forma exponencial.
La juventud se encuentra vulnerable porque no hay políticas que fortalezcan el empleo, las instituciones como la Secretaría del Trabajo y sus organismos como el Programa de Apoyo al Empleo, en lugar de ser impulsado tuvo una reducción de 92 por ciento en su presupuesto, que precisamente está hecho para hacer políticas públicas que ayuden al empleo en épocas de crisis; además, hay bajos salarios, y la reforma educativa sigue pendiendo de un hilo, no hay estrategias educativas claras ni fundamentadas en una visión especialista.
No hace falta tener una intuición especial para desentrañar que el gobierno juega un papel fundamental en esta alarmante situación, son varios los problemas que limitan el desarrollo de la juventud y quienes debieran dirigir al pueblo por la senda correcta solo se ocupan de garantizar su estadía de más tiempo en el poder, aunque no lo merezcan.
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