MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

AMLO, el mandatario tirano

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De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, tirano, es una persona que obtiene contra derecho el gobierno de un estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad, que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que simplemente impone ese poder y superioridad en grado extraordinario. Palabra que, sin duda, le viene como anillo al dedo al promotor de la llamada Cuarta Transformación, emanado de las filas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Lo anterior, después de observar que desde su llegada al poder, ha hecho lo que ha querido con los mexicanos, pasándose por las horcas caudinas la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que rigen al país que mal gobierna, dejando claro que poco o nada le importa resolver los grandes males que aquejan a la patria, ya que primero está saciar sus ambiciones personales y mantener el poder en sus manos, aunque no haya sabido, hasta el momento, qué hacer con él.

En su reciente reportaje, el periodista Martín Morales, hace una radiografía perfecta de la intención del mandatario mexicano, donde, a través de su Plan “B” de la Reforma Electoral, por él fabricada, pretende ganar o ganar en la elección de 2024, para lo cual requiere destrozar al Instituto Nacional Electoral (INE), mediante falsos argumentos y engaños con la finalidad de colocar en su lugar a sus correligionarios con la encomienda de que se concrete la 4T y se concluyan sus obras faraónicas, por él iniciadas.

O en el mejor de los casos, aunque ha dicho que no participará en dicha contienda electoral, pugnar por su reelección, si sus llamadas corcholatas no dan el ancho.

En el reportaje mencionado se lee lo siguiente: “El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) desempolvó argumentos contra el fraude que utilizó en comicios anteriores, excepto cuando ganó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX), en el año 2000, y la presidencia, en 2018; y no recurrió a descalificar las leyes ni a las autoridades electorales que hoy quiere “destazar por corruptas y derrochadoras”.

La politóloga Érika Granados Aguilar, dijo a Buzos: “El presidente está en una lógica de ganar-ganar: si el Plan B pasa y se aprueba en la Corte, ahí ya está ganando el presidente; si no pasa este Plan B, no nos extrañe que vamos a vivir un proceso electoral tan ríspido como no lo habíamos vivido años atrás, por lo menos a partir del año 2000, con el proceso de transición a la democracia.

“Que no nos extrañe que para el proceso de 2024 se vea todo un desorden y se acuse de fraude electoral; que el presidente diga que precisamente está pasando eso, porque él quería hacer una reforma electoral y no se le permitió; ésas son las consecuencias”, explicó Granados Aguilar, funcionaria académica en ciencias políticas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Se advierte, además, que, con su nueva legislación electoral, López Obrador está fabricando un botón para oprimirlo y, si es necesario, reventar la elección presidencial de 2024. Ese plan ha empezado en su intento por descarrilar las elecciones estatales en el Estado de México, en 2023 –con el padrón de electores más grande del país, más de 12 millones de votantes–; y Coahuila cuyos resultados serán importantes de cara al año próximo.

Como se recordará, López Obrador envió su iniciativa de reforma constitucional electoral, que los legisladores opositores exhibieron como un burdo intento de asumir el control de las elecciones para retener el poder, beneficiando a los candidatos de Morena.

En su momento, José Luis Espinosa Piña, académico en materia de derecho y analista político, advirtió que el contenido del llamado “Plan B” es claramente anticonstitucional, y que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tiene argumentos legales suficientes para echarlo abajo.

Ahí destacó que AMLO “no ha dejado de ser candidato; no se ha dado cuenta de que la campaña terminó hace cuatro años y que él es presidente; sigue siendo un candidato provocador. Ésta (su reforma electoral) no es la propuesta de un estadista, es la de un provocador”.

A todas luces se puede observar que la intención del presidente es instaurar un nuevo Maximato, donde piensa que va a seguir gobernando como lo hizo Calles, sin ser presidente, pero teniendo el mando real del país, y si le estorba el Instituto Nacional Electoral (INE), pasa por encima de él, aunque las cosas se le han puesto difíciles una vez que millones de mexicanos han salido a manifestar su rechazo a esa arbitraria medida presidencialista, y a los cuales, él mismo ha llamado como antipatriotas, enemigos de México, corruptos y parte del pasado que son sus principales enemigos.

Analistas han considerado muy probable un choque electoral de trenes en 2024; durante los más de cuatro años de su gobierno, AMLO ha tratado de dividir a la población mexicana en dos partidos: conservadores y liberales.

El columnista Carlos Loret de Mola comenta al respecto que, a pesar de que le faltan dos años de mandato, el presidente de México ha contribuido a crear la sensación de que su sexenio está en el ocaso.

“Desde hace meses López Obrador ocupa gran parte de su energía en incidir en la elección para sucederlo: ha enlistado a los posibles candidatos presidenciales, habla recurrentemente del proceso electoral de 2024 en sus conferencias diarias, organizó y encabezó una marcha multitudinaria —como de campaña— en la recta final de 2022 y, en el más peligroso de todos los lances, su coalición legislativa aprobó una reforma que debilita a las autoridades electorales independientes y fortalece el papel del gobierno en la organización de los comicios. Parece que quiere asegurarse a toda costa de que su partido, Morena, vencerá en las próximas elecciones presidenciales.

Estas actitudes antidemocráticas de López Obrador han tenido un triple efecto. Primero, han motivado una movilización social para defender al Instituto Nacional Electoral (INE). Segundo, han despertado a una oposición partidista que parecía aletargada y que, en reacción, ya anunció que irá en coalición a la elección presidencial y empezó a mostrar a algunas de sus figuras.

El tercer efecto es todavía peor para el presidente: al cambiar las reglas del juego sin el consenso de todos los jugadores, está logrando deslegitimar el resultado final por adelantado. Un resultado final que, a decir de las encuestas, le será muy favorable. AMLO no parecería necesitar de todas estas trampas para que gane su partido ni tiene lógica que manche a priori una victoria vaticinada… salvo que él tenga otros datos.

De tal manera que la nueva reforma electoral y el impulso para apoderarse del INE por todas las vías posibles no solo tratan de garantizar la victoria para poder manejar los efectos políticos del inevitable estallido de esa pólvora, sino que también preparan el terreno para la derrota: dejan los resortes activados para que el propio presidente desate una crisis política al final de su mandato y culpe a alguien más de la debacle económica. Si algo sabe hacer bien López Obrador es eso. Lo ha ensayado históricamente y ahora, con todo el poder y todo el presupuesto, puede ir tan lejos como él quiera”.

Así pues, se confirma la tiranía de López Obrador, un mandatario que se quiere quedar con todas las canicas en su bolsa, al que no le importan en lo mínimo destrozar la Constitución de la nación que gobierna, al que bajo una ficticia Cuarta Transformación se le han incrementado los graves conflictos que se viven en todos los rincones de la patria, con mayor miseria, abandono, inseguridad, falta de servicios médicos, desempleo, encarecimiento de la vida, entre otras cuestiones que lo colocan, ya desde ahora, como el peor mandatario que ha tenido México.

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