Hablar del decimoprimer aniversario de la Unidad Antorchista Melchor Ocampo no es hablar de una colonia perfecta ni de un desarrollo terminado; es hablar de una lucha real, inacabada y profundamente humana. Es hablar de familias de escasos recursos que, ante la imposibilidad de acceder a una vivienda digna, encontraron en la organización popular y en la gestión de Antorcha una oportunidad para tener algo que millones en México aún no tienen: un lote donde construir un futuro.
En la Melchor Ocampo no sólo se han levantado casas y se han trazado calles; se ha levantado un pueblo que entendió que la organización es la única herramienta real con la que cuentan los más pobres para defender sus derechos.
Fue Antorcha quien, hace once años, realizó la gestión de la tierra para facilitar a un grupo de solicitantes de terrenos, familias sin patrimonio, sin casa y sin respaldo institucional, la adquisición de un espacio donde vivir.
En un país donde más del 40 % de la población vive en pobreza y adquirir una vivienda formal resulta inalcanzable para la mayoría de los trabajadores, este acto no fue menor: fue un paso decisivo contra la injusticia habitacional que condena a millones al hacinamiento, a la renta impagable o a la calle.

Hoy, la colonia Melchor Ocampo no es una realidad idealizada. Aún hay calles sin pavimentar, aún existen múltiples carencias y necesidades urgentes que deben ser atendidas; los servicios básicos, que no llegaron solos ni por generosidad gubernamental, sino gracias a once años de gestiones constantes, presión organizada, reuniones, trámites, movilizaciones y lucha colectiva, son ejemplo de que la organización del pueblo da resultados palpables, y son prueba de que no hay mejor alternativa que la unión, la fraternidad y la lucha.
Estos once años han sido de todo, de avances y tropiezos, de aciertos y errores, de festejos y también de momentos difíciles, pero han sido, sobre todo, once años de aprendizaje y de conciencia.
En la Melchor Ocampo no sólo se han levantado casas y se han trazado calles; se ha levantado un pueblo que entendió que la organización es la única herramienta real con la que cuentan los más pobres para defender sus derechos.

Hoy, uno de los pasos más importantes de esta larga lucha comienza a hacerse realidad: el proceso de escrituración. Un proceso que no representa sólo un papel, sino garantía jurídica, estabilidad política, certeza sobre la tierra y la posibilidad de un futuro más seguro para las nuevas generaciones.
La escritura es muchísimo más que un documento, es tranquilidad, es reconocimiento, es patria pequeña pero firme bajo los pies de quienes durante años han sido ignorados.
En un contexto nacional donde siete de cada diez personas en zonas periféricas viven con al menos una carencia social, donde miles de familias carecen de servicios, seguridad y títulos de propiedad, lo que ocurre en Melchor Ocampo no debería ser excepción, debería ser regla, por eso este aniversario no es un simple festejo, es una denuncia contra el abandono gubernamental y un ejemplo vivo de que cuando el pueblo se organiza, sí es posible arrancarle conquistas a la injusticia.

La labor de Antorcha en Melchor Ocampo no termina con la entrega de terrenos ni con la llegada del agua y la luz. Continúa en cada gestión pendiente, en cada calle que falta por pavimentar, en cada derecho que aún no se cumple.
Los antorchistas estamos convencidos de que un mundo donde todos los seres tengan pan y vestido, donde todos los niños tengan aula y hogar, donde el alma se eleve como el águila al nido, y el espíritu humano pueda libre cantar, es perfectamente posible, con la organización, la educación y la lucha de los mexicanos, en contra de las injusticias de esta sociedad, una que privilegia a unos cuantos y condena a las mayorías al hambre y el sufrimiento.
Once años después de su nacimiento, la Unidad Antorchista Melchor Ocampo no celebra el paso del tiempo: celebra la resistencia, la constancia y la certeza de que la historia también la escriben los pobres organizados.
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